Recientemente, el diario Atlántico destacaba la aparición de Semola Tech Ventures, una sociedad de inversión con sede en Santiago de Compostela y que pretende imitar en Galicia el modelo del Silicon Valley californiano. La propuesta parece ambiciosa, pero antes hay que hacerse la pregunta ¿por qué no?
Según relata Santiago Domínguez, uno de los socios fundadores de Semola Tech Ventures, la sociedad está dirigida a financiar proyectos «en fase semilla» relacionados con las ciencias de la vida y la biotecnología y pretende convertir a Galicia «en un hub puntero a nivel europeo». En su opinión, «los proyectos que salen de Galicia son exactamente igual de buenos que los que salen de Londres o de California, pero necesitan financiación».
«Si miramos hacia Silicon Valley, gran parte del secreto de su éxito radica en la reinversión de los beneficios que las primeras empresas que surgieron en California han ido haciendo posteriormente en otras compañías. Los Tesla, Linkedin o Twitters tienen detrás capital que salió de los beneficios de Paypal, Google o Facebook. A un nivel mucho más modesto, nosotros pretendemos aprovechar el éxito de Mestrelab para empezar a tener el mismo efecto en la biotech gallega, y esperamos que otros emprendedores con éxito hagan lo mismo”, sostiene.
Mestrelab
Santiago Domínguez fundó en 2004 en Santiago de Compostela junto a Carlos Cobas y Javier Sardina Mestrelab, una empresa que se sitúa hoy como el segundo mayor proveedor del mundo en software especializado para investigación química, con clientes como Pfizer o Moderna. Con apenas 3.000 euros de inversión inicial, Mestrelab tiene ahora un valor en el mercado 10.000 veces mayor y en 2020 obtuvo una facturación de un total de 6,3 millones de euros.
Según el fundador de Semola, Galicia es ya la segunda región que más empresas crea en el ámbito biotech, con cerca de 100 empresas que han surgido en los últimos años, que generan más de 3.000 puestos de trabajo. “Evidentemente Semola no va a ser capaz de financiar el crecimiento del sector solo, pero lo que esperamos es tener un papel de catalizador para atraer a otras entidades y a otras personas con más recursos financieros”, señala.
Para Domínguez la oportunidad es «enorme», aunque aún «hace falta la gasolina para dar ese salto cualitativo» y ponerse al nivel de países como Estados Unidos, Alemania o Reino Unido. “La internacionalización en proyectos biotech es crítica porque al final las grandes empresas farmacéuticas y biotecnológicas, que son las expertas en llevar el producto a mercado, son empresas multinacionales que están fuera. Son Pfizer, AstraZeneca o Lilly”, asegura. «El desarrollo de un proyecto biotecnológico requiere inversiones significativas y la asignatura pendiente que tenemos ahora mismo en España es la financiación privada”, advierte.
Capital privado
Y es que mientras en California los proyectos se lanzan con 5 o 10 millones de dólares de financiación privada, en Galicia es muy difícil conseguir 300.000 euros: «Hace falta que el capital privado empiece a mirar un poco hacia la tecnología en general como un buen espacio para invertir. En España tenemos mucha experiencia en invertir en inmobiliaria o en turismo, porque son mercados muy desarrollados, donde el capital está acostumbrado y entiende la inversión, pero en el sector de la biotecnología no se da ese caso», explica Domínguez.
Para el fundador de Semola es una verdadera «lástima», ya que la pandemia ha demostrado que «el impacto social que puede tener la biotech es muchísimo más elevado» y genera soluciones que «impactan directamente en la vida de la gente», además de que genera empleos de mayor calidad.
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