
Por Tomás Pérez
CEO de Noso Capital, SGEIC, S.A.
La “nueva realidad” en el ámbito económico está consolidando las tendencias que ya se anunciaban antes de la pandemia provocada por el Covid. Una vez amortiguados los efectos de la crisis sanitaria, en el ámbito económico nada volverá a ser como antes de marzo de 2020. Algunos cambios han venido para quedarse y apuntan que marcarán la evolución de la nueva economía a medio y largo plazo.
En primer lugar, los fondos de capital privado (private equity & venture capital) se consolidan como mecanismos de financiación alternativa para las empresas, ante las mayores exigencias de gestión de riegos para acceder a la financiación bancaria tradicional.
Esta situación convierte a los fondos de capital privado en instrumentos importantes para apoyar a las empresas en la recuperación y transformación después de la crisis provocada por la pandemia; una opción que además de capital para afrontar los retos de las compañías, aporta también apoyo en la gestión y asesoramiento para alcanzar los objetivos.
Los datos confirman que el panorama es alentador para el capital privado. En el primer semestre de 2021 se registró una inversión de más de 2.000 millones, un 27% más. Además, están en marcha unos cambios legislativos para fomentar la inversión en empresas, como la Ley de Creación y Crecimiento de Empresas, cuyo proyecto fue aprobado recientemente por el Consejo de Ministros y que pretende ampliar las posibilidades de los inversores para participar activamente en este tipo de instrumentos financieros.
A la par, los inversores y gestores empresariales deben tener presente otras megatendencias de la nueva economía de ámbito global. La pandemia ha puesto en evidencia las necesidades de la transformación sostenible. El “mercado” —entendido éste como el ecosistema inversor, empresarial y emprendedor— apuesta por la sostenibilidad y demanda a las empresas elevados estándares de cumplimiento de los criterios ESG; esto es, empresas con impacto en la sociedad y buena gobernanza, además de energías limpias y economía circular.
La digitalización de la economía, con el impulso de la innovación e industria 4.0; la nueva reindustrialización, para acortar las cadenas de suministro; la apuesta por una nueva movilidad, con mayor electrificación, autónoma, sostenible; así como el crecimiento del sector de la salud, sobre todo en la biotecnología, la telemedicina y el desarrollo de la investigación en ADN y ARN.
Invertir en economía real
Por otra parte, los expertos sostienen que los nuevos retos para elegir activos donde colocar la inversión son seleccionar instrumentos que contribuyan al crecimiento de la economía real. Así, establecen que el private equity y venture capital son los activos de la nueva economía, ya que en esta nueva etapa ha desaparecido la inversión sin riesgo y se requieren actividades conectadas a la economía real y a la generación de valor.
Frente a los mecanismos de inversión como la renta fija, que han perdido atractivo a causa de los tipos bajos y a que la inflación destruye valor en el activo, los productos con mayor riesgo resultan más atractivos porque aportan liquidez para aprovechar oportunidades del mercado. No obstante, es necesario establecer barreras de protección de posibles caídas de los valores, mediante la selección de los “fundamentales de valor” y la calidad de las empresas.
El último Observatorio del Ahorro y la Inversión en España, elaborado por Bestinver y el IESE Business School, coincide en señalar que los fondos de inversión y los fondos de capital privado emergen como alternativa para captar los recursos financieros que se dejarán de invertir en los fondos de pensiones.
El citado informe de Observatorio del Ahorro y la Inversión en España indica que las prioridades de los inversores españoles a la hora de realizar las inversiones son «minimizar la pérdida» (77,4%), «maximizar la rentabilidad» (76,4%) y «acumulación de patrimonio para el futuro» (65,4%). Esto es, el objetivo es obtener buenas rentabilidades, pero sin riesgos y a largo plazo.
También crecen las exigencias de los inversores sobre los productos, ya que condicionan sus decisiones al cumplimiento de los criterios ESG (medioambiente, social y buen gobierno, por sus siglas en inglés) de las inversiones, con mayor relevancia a los aspectos sociales (81,2%) y medioambientales (79,9%) frente a los del buen gobierno corporativo (47,9%).
Sostenibilidad
Esta situación se complementa con los acuerdos alcanzados en la Cumbre COP26 de Glasgow, en la que se acordó pedir a los países reducir las “subvenciones ineficientes” en el carbón y los combustibles fósiles. Aunque la cumbre de la COP26 ofrece “resultados tímidos e insuficientes” para aquellos que reclaman pasos más grandes para frenar el cambio climático, son acuerdos que indican cuál es el camino que se debe seguir en las inversiones del capital privado.
Entre otras razones, porque la lucha contra el calentamiento global es una batalla que libran los lideres sociales frente a los políticos. Como resume The New York Times, «las personas que tienen el poder de decidir cuánto se calienta el mundo en las próximas décadas son, en su mayoría, hombres blancos de la tercera edad. Las personas más molestas por el ritmo de las acciones climáticas son, en su mayoría, mujeres jóvenes». O si lo prefieren, una batalla entre Joe Biden y Greta Thunberg.
Pero el capital privado debe permanecer atento a este debate porque los grupos de interés demandan mayores compromisos sociales, medioambientales y buen gobierno, frente a inversiones en actividades contaminantes o que atenten contra derechos humanos o el comportamiento ético. Es importante ofrecer buenas rentabilidades, pero no deben arriesgar los recursos de los inversores en actividades que contribuyan al calentamiento global. Se trata de contribuir a la sostenibilidad del planeta para garantizar el futuro a los ciudadanos.